Hinchazón: Lo que debes saber sobre este síntoma del colon irritable
Cuando hablamos de pacientes que padecen colon irritable, hablamos de unos síntomas concretos que se diagnostican en esta dolencia. Dependiendo de ...
Sin duda, el estilo de vida actual es el responsable, entre otros, del aumento de determinadas dolencias, de la falta de actividad o de la alimentación rica en hidratos de carbono refinados y el escaso aporte de fibras en la dieta, que además son la base de muchas de las enfermedades actuales.
Nuestro actual ritmo de vida, con continuos cambios en la alimentación, en los horarios de las comidas, el estrés y otras circunstancias son factores que desequilibran la flora intestinal.
El consumo excesivo de proteínas de origen animal y las dietas pobres en frutas, verduras y fibra en general también son responsables de desarreglos intestinales que se manifiestan con digestiones lentas, flatulencias, etc.
Si comparamos la dieta de nuestros antepasados con nuestra dieta, encontramos que ellos consumían menos proteínas y grasas saturadas que nosotros, y su consumo de frutas y verduras era 10 veces mayor. Pero la diferencia más importante está en que ellos ingerían diariamente bacterias beneficiosas para la salud, entre otras, distintas especies de lactobacillus. Este aporte de microorganismos era debido a la fermentación a que se sometían muchos vegetales. Poco a poco, con el desarrollo, se fue perdiendo el consumo de vegetales fermentados conservándose sólo la fermentación láctica.
En 1900 Metcaikoff demostró que el consumeto emo de yogur era el responsable de la longevidad de los habitantes de Bulgaria; desde entonces hasta hoy ha crecido el interés por los alimentos con microorganismos vivos beneficiosos para la salud.
En el intestino viven más de 400 especies de bacterias que actúan de barrera de protección frente a la colonización de patógenos impidiendo la aparición de infecciones, regulando el tránsito intestinal y actuando en la desconjugación de ácidos biliares. Todo esto nos hace pensar que tener una microbiota de calidad es muy beneficioso para nuestra salud.
Entre los diferentes tipos de estas bacterias beneficiosas están los lactobacilos y las bifidobacterias, capaces de fermentar la fibra soluble y así poner a disposición del organismo los nutrientes más necesarios.
Pero esta microbiota constituida por bacteriana beneficiosa puede verse disminuida o alterada en múltiples circunstancias: estrés, consumo excesivo de alcohol, abundante consumo de carnes rojas o dietas pobres en frutas y verduras, ingesta de medicamentos o, simplemente, la edad.
Un ejemplo claro lo tenemos con la administración de antibióticos. La mayoría de ellos trastornan profundamente el equilibrio de la flora intestinal ya que no distinguen entre flora buena o mala y matan toda la flora del intestino. Como consecuencia, pueden aparecer cuadros de diarreas o bien un aumento de hongos, como las conocidas candidiasis.
A menudo oímos hablar de los términos probiótico, prebiótico y simbiótico. Vamos a ver qué significa cada uno de ellos y como pueden a ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida.
Los probióticos se han empleado de forma empírica desde hace miles de años.
Para considerar el empleo de un microorganismo como probiótico es necesario tener una presentes una serie de características funcionales, técnicas y de seguridad.
La identificación del microorganismos a nivel de especie y cepa, la seguridad de la cepa, la forma de administración y la evaluación de la funcionalidad mediante estudios clínicos en humanos, para tener evidencia de las funciones fisiológica que pueden desempeñar en el organismo, son requisitos indispensables para cualquier probiótico.
Los beneficios informados de los probióticos a través de diferentes estudios clínicos son cepaespecíficos, es decit, específicos por cepa y dosis.
Los microorganismos actualmente utilizados como probióticos incluyen bacterias de diferentes géneros (Bifidobacterium, Lactobacillus, Bacillus, …) y levaduras (Saccharomyces cerevisiae).
Aunque por lo general se considera que la mayoría de los probióticos pueden tener algunas propiedades “comunes”, las evidencias actuales apoyan el concepto de que
no todos los probióticos son iguales, ni son igualmente de eficaces
Las propiedades funcionales por las que se selecciona un probiótico pueden ser diversas y complejas. Lo es dirigir los estudios al conocimiento de los mecanismos que expliquen la funcionalidad del producto, y sobre todo en el caso del desarrollo de probióticos dirigidos a grupos específicos de población con necesidades concretas (por ejemplo, pacientes con SII, intolerancia a la lactosa, etc…), con la finalidad de disponer de productos con base científica demostrada.
Los probióticos han demostrado ser muy beneficiosos para restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal, reducir la duración y severidad de las diarreas asociadas a la toma de antibióticos, prevenir y tratar diversos tipos de diarreas como la infantil y la diarrea del viajero. Asimismo, son favorables para mejorar el estreñimiento, la intolerancia a la lactosa, mejorar la digestión, reducir la sintomatología asociada al SII, mantener los niveles de colesterol adecuado y fortalecer el sistema inmunitario, entre otras.
Los prebióticos son ingredientes alimenticios no digeribles que, a través de su metabolización por microorganismos a nivel del colon, modulan la composición y/o la actividad de la microbiota intestinal, confiriendo un efecto beneficioso al organismo.
Los prebiótico no son fibras digeribles, pero se consideran esenciales en la alimentación porque estimulan de manera selectiva el crecimiento de determinados microorganismos en el colon. Crean el entorno adecuado para que las bacterias saludables del intestino y los probióticos (bifidobacterias y lactobacilos) se reproduzcan más rápidamente y en mayores cantidades en el colon, y conllevan a una mejora de la salud.
Y dentro del concepto de fibra alimentaria, podemos diferenciar entre:
Tanto la fibra soluble como la insoluble, en definitiva, son cadenas de azúcares o carbohidratos de diferente longitud, y desde el punto de vista químico se clasifican en fibra de cadena larga, media y corta.
Los prebióticos son por regla general hidratos de carbono no digestibles, como los fructooligosacáridos de cadena corta (FOS, fibra soluble), un complejo de carbohidratos de origen vegetal que se encuentran en alimentos como la remolacha, la cebolla, los plátanos, el centeno, la avena o la achicoria.
Cuando ingerimos fibra, pasa al estomago y de aquí al intestino delgado donde es resistentes a la acción de las enzimas digestivas (amilasas y maltasas) y pasa intacta al intestino grueso. En el intestino grueso tenemos una flora bacteriana muy rica que actúa sólo sobre la fibra soluble, sobre los FOS o fructooligosacaridos de cadena corta, mediante fermentación, un proceso químico por el que se forman alcoholes y ácidos orgánicos, hidrógeno y gas metano, que a su vez sirven de "alimento" a las bacterias beneficiosas localizadas en el colon.
El concepto simbiótico se utiliza cuando se combinan probióticos (microorganismos vivos) y prebióticos (sustrato utilizado selectivamente por los microorganismos del organismo), de forma que la acción beneficiosa de cada uno potencia los efectos beneficiosos del otro, es decir, ambos se complementan para mejorar la flora bacteriana y nuestra salud de forma natural.
En la actualidad conocemos asociaciones que han sido probadas y avaladas por diversos comités científicos, que afirman que la combinación de estos suplementos ofrece beneficios clínicos, por ejemplo, en procesos diarreicos (tanto víricos como asociados al uso de antibióticos), en trastornos funcionales gastrointestinales como el cólico del lactante o el Síndrome del Intestino Irritable, en alergias, etc…
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